La era de las grandes colaboraciones astronómicas 

Noticias, Post

Fuente: www.emol.com 

Hubo un tiempo en que las grandes ideas y descubrimientos científicos coexistían en el cuerpo de grandes genios, hábiles ingenieros o sacrificados observadores. Un ejemplo claro es Galileo, quién tras inventar y fabricar el primer telescopio, lo usó para descubrir las lunas de Júpiter y demostrar que la Tierra gira en torno al Sol, entre muchos otros aportes fascinantes. 

El avance de la ciencia moderna está estrechamente ligado al desarrollo de la técnica, encargada de ampliar nuestra capacidad de discernir efectos cada vez más sutiles, estableciendo así los límites del saber. La incansable exploración humana ha requerido instrumentos cada vez más complejos, involucrando una multiplicidad de áreas e industrias. 

La ciencia ha desarrollado una relación simbiótica con el resto de la sociedad, donde los avances tecnológicos industriales posibilitan la creación de nuevos experimentos científicos concebidos en el límite de lo posible, retroalimentando a la industria y abriendo nuevos horizontes. 

La astronomía no es una excepción. Durante las últimas décadas una serie de descubrimientos transcendentales que han revolucionado nuestra comprensión del universo. Las mediciones del fondo cósmico de microondas, de la expansión de universo mediante supernovas, y de la estructura a gran escala en que se distribuyen las galaxias, han permitido demostrar que éste tuvo un comienzo, y por tanto una edad (13.8 mil millones de años), determinar su composición, y construir un modelo que buenamente explica la formación de las galaxias, estrellas y planetas, y quizás también la vida. Por fin el ser humano pudo comprender de dónde salió todo lo que ve a su alrededor. Pero si bien estas observaciones son recientes, la teoría que permite modelar y explicar lo que vemos fue creada hace más de cien años, calzando con los datos de manera sorprendentemente perfecta. 

Visto de otra manera, la humanidad debió trabajar durante un siglo para conseguir desarrollar la tecnología capaz de demostrar sus teorías, requiriéndose varias generaciones de científicos e ingenieros, incluyendo cientos o miles de pequeños avances anónimos, relacionados directamente o no con este propósito particular. Los experimentos conducentes a dichas observaciones fueron gestados por equipos de decenas de científicos, todos alineados detrás de un objetivo común y compartido, requiriendo alto grado de especialización para el diseño, fabricación, puesta en marcha, toma de datos, calibración y control de efectos sistemáticos, reducción y análisis estadístico, para finalmente producir una veintena de publicaciones presentando y respaldando los resultados obtenidos. 

La autoría de dichos descubrimientos no corresponde, por tanto, al grupo afortunado que tuvo la suerte de realizar el análisis final de los datos, ya que dicho resultado habría sido imposible de no contar con el aporte directo de todo el resto del equipo involucrado. En consecuencia, se está volviendo cada vez más frecuente ver que las publicaciones de los resultados experimentales más relevantes estén firmadas por largas listas de coautores, omitiendo incluso designar a un individuo como autor principal, usando en su lugar el nombre de la colaboración que hizo posible el resultado. Un ejemplo claro son las publicaciones del experimento Planck, que midió con gran éxito el fondo cósmico de microondas, cuyas publicaciones cuentan con más de cien autores, ordenados alfabéticamente, y liderados en la nómina por “Planck Collaboration”. 

La cruzada por extender los límites de lo observable requerirá, necesariamente, de grandes colaboraciones científicas, donde el aporte de cada integrante del equipo sea valorado y acreditado correctamente. En Chile existen varios experimentos astronómicos colaborativos, como por ejemplo el sondeo óptico LSST, o el experimento Simons Observatory, lo que hace fundamental que la comunidad científica chilena incorpore correctamente este tipo de proyectos. Lamentablemente esto no ocurre con fuentes de financiamiento fundamentales para Chile como es el programa FONDECYT, que sigue usando una fórmula de puntajes por orden de autoría en las publicaciones para la cuantificación de la productividad científica, concepto obsoleto en la era de las grandes colaboraciones científicas. 

 

 

Referencia 

Rolando Dünner (s.f) La era de las grandes colaboraciones astronómicas 

https://comentarista.emol.com/1211448/30053582/Rolando-Dunner.html 

Contenido relacionado

 

Chile en la red de alerta ante colisión con asteroides

Chile en la red de alerta ante colisión con asteroides

Fuente: www.emol.com   Hay meteoritos entrando a nuestra atmósfera constantemente. La mayoría son pequeños y se destruyen por el calor que generan al rozar con el aire a altísima velocidad. Sin embargo, cuando al entrar en la atmósfera miden más de unos 15 metros,...

read more